Hay muchos axiomas en torno al deporte que, dicen, impiden que pueda gestionarse una entidad en base a criterios empresariales. Algunos, dicen, lo han intentado sin éxito. Básicamente, porque todo (dicen) depende de que entre o no una pelota. Y eso no puede controlarse. Dicen.
Y así, en el año de la reforma laboral más bestia de la historia de España, con los despidos megaabaratados, con sueldos de mierda para muchísima gente que no llega a fin de mes, existe como si fuera un pueblo de la Galia un colectivo que nunca pierde. O casi nunca. El de los futbolistas, aunque esta comparativa puede extenderse a la gente del baloncesto, el baseball o el balonmano de élite.
Si el fútbol se gestionara realmente como una empresa, las faltas de disciplina o la dejadez en el trabajo no supondrían una multa económica. Significarían un expediente que, de ser reiterativo, llevaría a un despido procedente. Y ahoraría problemas internos y crisis en la gestión de grupos.
Si el fútbol se gestionara como una empresa el presidente tendría la potestad de exigir a sus trabajadores (jugadores) que siguieran las directrices de su persona de confianza (entrenador). Y, si hubiera síntomas evidentes de que se evita conscientemente seguir sus órdenes, se suspendería de empleo y sueldo a los currantes, no al directivo. Aunque a éste, si no es capaz de llegar a unos objetivos, se le destituiría como en cualquier compañía. Aunque para ello habría que demostrar que la falta de mando es culpa suya.
Si el fútbol se gestionara como una empresa podrían perderse partidos porque 'la pelota no entra', pero el análisis sería mucho más profundo que un simple resultado. Porque se puede entrenar bien, tener a un grupo implicado y muchísimas posibilidades de crecimiento y encontrarse con una mala racha. Exactamente igual que cualquier firma ante una crisis de ventas, a pesar de creer enormemente en su producto. Puede que la competencia haya sido mejor que tú. Que hayas cometido un error con un cliente. O simplemente que no hayas encontrado aún tu nicho. Pero lo normal es que sigas con un proyecto en el que has confiado.
Por eso, si el fútbol se gestionara como una empresa no se cambiarían cada año 15 jugadores, un director deportivo y dos entrenadores. Porque hay muy pocas marcas de éxito que se pulan anualmente a la mitad de su plantilla, fichen a un director general joven y lo cambien a mitad de año por otro que le dobla la edad o cambien su estrategia de mercado en función de las ventas de un trimestre.
Pero, por encima de todo, si el fútbol se gestionara como una empresa quien se endeudara y no pudiera pagar desaparecería. Y las instituciones no harían nada por salvarle el culo. Porque posiblemente pensarían que así, a la próxima, el empresario no cometería los mismos errores.
Ocurrirá esto alguna vez? Al menos en España seguro que no. El fútbol es un sentimiento, materia de conversación, y como tal está instalado en la sociedad. Una sociedad que pide dinero para salvar al Real Oviedo mientras protesta pero no puede evitar que se cierren minas en Asturias. O que exige responsabilidades penales para los banqueros pero permite que gente como Astiazarán arruine un club como la Real Sociedad y siga teniendo un cargo vinculado al balompié.
Y los futbolistas? Tienen la suerte de ser los únicos trabajadores con un sueldo alto y salidas laborales en su carrera. Corta? Sí, pero más lucrativa que cualquier vida cotizada de un currante medio durante 40 años. Si llegas a Primera o Segunda División, salvo que tu representante sea un incapaz cobrarás una media de 300.000 euros anuales (el que menos). Y, aunque tu equipo baje, otro te acabará fichando. Y así durante 10 años, más o menos.
Pero salimos a la calle si creemos que nuestro equipo va a desaparecer. Y creamos alarma social para que no descienda o juegue Champions a pesar de los impagos. Y mientras, a nuestro lado una familia pasa el mes con 600 euros. Pero ellos no nos hacen sentir lo que sentimos en un estadio. De hecho, no nos hacen sentir ni siquiera lástima. Y así vamos.
Últimos comentarios