Apostar por un campeón del Mundo es fácil. Caro, pero fácil. Sabes que tendrás exposición mediática, que ligarás tu firma a una marca reconocible, que cautivarás a un público que busca comer, tener o vestir lo mismo que su ídolo y posiblemente establezcas un retorno de inversión positivo.
Sin embargo, son innumerables los casos en los que un error del deportista (personal o profesional) te acaba salpicando. Da lo mismo que hayas retirado tu patrocinio como medida de 'dignidad'. Al igual que él o ella, tu imagen ya ha salido perjudicada. Y no hay nada que hacer porque son crisis imprevisibles.
Existen hoy pocos mirlos blancos en el mundo del deporte. KIA lo encontró con Rafa Nadal. Posiblemente alguien que apostó por Simon Biles ahora estará recogiendo los frutos. Pero es raro ver a una megaestrella que encarne todos los valores que precisa un logotipo. Bien por soberbia (Ronaldo), por escasa capacidad de comunicación (Messi), por comportamientos irregulares (Hamilton) o por escándalos (Lamar Odom), el riesgo siempre es inherente. Como lo es el hecho de que los resultados son cambiantes y alguien que hoy esponsorice, por ejemplo, al Valencia Club de Fútbol seguramente ni siquiera pretenda realizar acciones promocionales con ellos en estos momentos.
Lo curioso es que, en su momento, uno de esos iconos abrió el mercado a una posibilidad inexistente hace 10 años: los patrocinios post-deportivos, donde la figura se ha convertido en tan emblemática que aun sin ser portada diaria por aquello que le encumbró sigue generando beneficios ingentes. Es el caso de David Beckham, que seguramente ingresa más dinero por publicidad ahora que cuando ejercía como futbolista. Y lo hace, además, tras superar un escándalo sexual con portadas en todo el mundo, lo que confiere mucha más dificultad a su caso.
Dicho esto, vamos a Nico Rosberg. Uno de los pocos pilotos siempre sonrientes de la parrilla de salida. Con buena presencia. Políglota. Limpio en la pista con sus rivales. Y con una historia detrás de ser capaz de superar la alargadísima sombra de un padre campeón del Mundo.
No ha sido, sin embargo, la figura por la que se han peleado las marcas, más proclives al exotismo y carácter de Hamilton, al aura de Alonso, a la juventud de Verstappen, a los títulos de Vettel o al físico de Button. Si algo le ha faltado al alemán ha sido carisma. O quizá no, pero ha estado eclipsado por otros soles más relucientes.
Pero solo él podría haber lanzado el mensaje que envió al mundo. Soy joven. No necesito el dinero. He peleado toda mi vida por ser campeón del Mundo. No cinco ni ocho veces, sino una vez. Y ahora, una vez conseguido el objetivo de UNA PARTE de mi existencia, voy a buscar otros. El mundo no se acaba en la Fórmula 1 y prefiero un día a día en el que no pase 150 jornadas al año fuera de mi casa y encima lo haga bajo la presión de tener rivales y no amigos, con lo que eso supone a la hora de no poder sincerarte con nadie.
En un mundo cada vez más freelance, donde poca gente estará en el mismo sitio más de 10 años, el hoy mejor piloto del planeta le dice a la gente que cuando consiga un sueño vaya a por otro. Que concilie (acaba de ser padre, como le ocurrió a Casey Stoner cuando tomó una decisión muy similar a la suya). Que se ilusione de nuevo. Que huya de los entornos tóxicos. Y que se puede ser feliz sin tener que ser competitivo cada día.
Y la pregunta es: ¿cuánto vale eso para una marca? ¿Quién salvo él, hoy en la cresta de la ola pero más 'asequible' económicamente al no estar expuesto al Gran Circo cada dos fines de semana, puede encarnar ese tipo de valores en un patrocinio? Rosberg no dejará de tener visibilidad. Más bien al contrario, al menos el primer y el segundo año tras su retirada los focos le acompañarán en cualquier decisión que tome.
A ver si alguien es capaz de detectarlo. Y, de paso, da un salto adelante en el mundo del marketing. Hoy, con las redes sociales de marcas y deportistas como canales personales, la rentabilidad es inmediata y evidente. Pero solo uno puede ser el primero. Y seguramente acabe estudiándose dentro de cinco año como un caso de éxito en las escuelas de negocio.
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