Vivimos (cada vez más) en la era del teletrabajo. Bien porque las empresas buscan trabajadores freelance a los que no haya que contratar para luego despedir. Bien porque estas mismas personas prefieren no depender de una sola compañía. O bien porque la generación de los millenials da más importancia a la conciliación que a la carrera laboral propiamente dicha.
Lo cierto es, además, que hoy el 60% de los trabajos podrían hacerse desde casa, porque en la mayoría de ellos únicamente se necesitan un ordenador y un smartphone. Salvo transportistas y atención directa al cliente, tanto administrativos como directivos (que lo hacen de facto cuando viajan) e incluso funcionarios tendrían la oportunidad de mejorar su calidad de vida con este tema. Pero esta es otra historia de la que ya hemos hablado en este blog.
Lo curioso del caso es que son las marcas más innovadoras, las que obtienen clientes gracias a su filosofía 2.0, las más reacias de puertas hacia dentro a establecer estos nuevos parámetros. Y nos encontramos, como tantas veces en España (y alguna vez, pocas, incluso en USA) con paradojas de esas que te hacen aparecer un enorme interrogante en la cabeza.
Pongo un ejemplo que me contaron hace muy poco: Amazon (el adalid de la libertad horaria, que tiene a sus operadores telefónicos en casa y aun así da uno de los mejores servicios del mundo) quiso fichar a una persona de Valencia para un puesto en Madrid. De los 260 días que se trabaja al año, 160 iba a estar viajando y otros 40 de reuniones. Total, que en su despacho, como mucho, iba a pasar dos meses.
En esta tesitura, pidió poder ir y venir desde su ciudad o quedarse en la capital dos días a la semana y el resto trabajar en remoto. Y no sólo le dijeron que no sino que no lo contrataron, cuando fue la propia compañía quien lo había buscado por tratarse a su entender de la persona idónea.
Segundo caso: compañías telefónicas. Nadie mejor que ellos sabe que son más rentables 10 personas fuera de una oficina (10 módems, 10 móviles, 10 tabletas con 4G...) que dentro de ella, donde sólo se contratarán unas pocas líneas fijas y una conexión ADSL. Y, sin embargo, cuando les propones cursos diferenciales sobre movilidad laboral para sus clientes te encuentras la callada por respuesta, mientras pagan mucho dinero a gente como Josef Ajram por dar una charla sobre su experiencia haciendo un Ironman. Inspiradora, sin duda, pero NADA trasladable al día a día de una empresa.
Tercer caso: Yahoo. Una de las grandes compañías mundiales de internet, que fomentó el teletrabajo entre sus empleados... hasta que llegó Marisa Meyer como Directora General y lo abolió. Curiosamente, además, una mujer, un colectivo que siempre clama por la conciliación familiar.
Como estos casos hay millones. Si usted es cliente de alguna firma como estas (que ofrezcan marketing online o gamificación o community management) pásese un día por su oficina. Que, curiosamente, la tienen. Y seguramente verá que trabajan de 10 a 2 y de 16 a 20, aunque normalmente usted les necesite a las 9 de la mañana o a las 21 porque las redes sociales no tienen horario.
Y en esas estamos, como siempre. Sacándole dinero a la gente por hacer un trabajo (bien hecho, todo sea dicho) en unas circunstancias en las que nosotros no creemos. Postureo puro.
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