Hay películas que te marcan. Y no sólo por lo buenas que son. Coincide que las viste en un momento especial de tu vida: con tu padre, cuando eras adolescente y comenzabas a reordenar tus pensamientos o en un día donde una frase o una escena cambiaron tu forma de ver la vida.
Son aquellas que, cada vez que emiten en televisión o que miras de reojo en tu estantería, acabas volviendo a visitar. Como el 'Losing my religion' de REM, que puedes bailar con una sonrisa en la boca el resto de tu existencia porque siempre que suena te parece igual de brutal.
Y resulta que, además, en un momento determinado vuelven a tu mente para ejercer una suerte de reinterpretación. Influida por quién eres ahora, por lo que haces o a lo que te quieres dedicar, de repente te llenan el cerebro de paralelismos que nunca antes habías descubierto. Y que ya no te abandonarán jamás.
'La Gran Evasión' fue para mí al tiempo una introducción en las dramáticas circunstancias de la Segunda Guerra Mundial, un primer contacto con ese mundo de celuloide en que todo lo heroico venía de América y una estimulación de inteligencia ante un dispositivo de fuga tan sofisticado. Y hoy, en vista de los nuevos algoritmos de Google y mi labor como comunicador y futuro formador en cómo ser productivo trabajando desde casa, es además una inspiración para tratar de ayudar a aquellas empresas que necesiten un plan a medio-largo plazo y no sepan en qué basarse.
Al final, todo está delante de nosotros. Solamente hay que saber verlo. Y, en este caso, se traduce en ocho preceptos muy claramente diferenciables:
- La importancia de tener un plan B y hasta un plan C. Igual hay lectores jóvenes de este post que aún no han visto la película, por lo que no la destriparé, pero reconocerán enseguida a qué me refiero cuando oigan hablar de Tom, Dick y Harry.
- Cada empresa necesita especialistas. Que se dediquen exclusivamente a lo que saben hacer y no se enfrasquen en multitareas dispersas que acaben haciendo de talentos simples trabajadores comunes. El caso de Colin es paradigmático.
- Las reuniones, si las hay (mejor que no) deben ser muy cortas. Aquí no acecha la GESTAPO, pero la competencia te pasa por delante si te encantas en fabulaciones místicas de tres horas y media
- El talento, en ocasiones, debe sacrificarse en beneficio del equipo. Pero la empresa debe dar las condiciones para que así sea, no imponerlas, porque corre el riesgo de perder a sus mejores efectivos. Léase Steve McQueen y sus frecuentes visitas a la Nevera.
- Hay que escuchar a todos CON ATENCIÓN Y RESPETO, como hace Roger, pero al final la decisión siempre tiene que tomarla una sola persona. De lo contrario, nunca se tomarán decisiones. Ni buenas, ni malas. Y eso es la muerte
- No debe actuarse con prisa porque creamos que otro se nos va a adelantar. Deben establecerse unos plazos y cumplirlos, porque de lo contrario aparecen imprevistos por todas partes y pueden echar por tierra el trabajo de uno o varios meses. O incluso años. Piénsenlo cuando vean a Charles Bronson
- Es fundamental un análisis realista de la competencia. Saber con qué armas cuentan los otros y dónde somos mejores. Esto puede parecer banal y hasta obvio, pero constituye uno de los pilares básicos de los negocios hoy día. Ya no sólo basta con ser muy bueno. Y la información, como la obtenida a menudo por James Garner, es garantía de victoria.
- Y, por último, no debe cegarnos un éxito repentino. Porque cuando parece que lo hemos conseguido de repente aparecen problemas, solventables algunos y absolutamente paralizantes otros. Las buenas rachas lo son si tienen continuidad. Si no, ya verán lo que pasa al final de la película
En cualquier caso, más allá de todo esto no dejéis de verla. Es, para mí, uno de los films más especiales de una de las edades de oro de Hollywood. Y su reparto lo hubiera querido firmar en conjunto cualquier superproducción posterior
PD.- No podréis dejar de silbar su banda sonora...
PD2.- Siempre he querido probar el aguardiente de patata que destilan el 4 de julio...
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