Partamos de una base: muchas veces escribo mis post desde el prisma de la comunicación y puede considerarse que creo que lo que no sale en los medios no existe. Esta afirmación no es tan rotunda, pero sí tengo la opinión de que en un mundo con tanta información, o das a conocer tu producto o pierdes oportunidades. Y quizá otro con menos talento, o el mismo pero más picardía, te coma la tostada.
He asistido en los últimos meses a varias presentaciones de start-ups en aceleradoras de empresas. Para los no iniciados, las primeras son compañías de reciente creación con cierta base tecnológica que buscan gente adinerada que apueste por su idea. Y las segundas son centros que durante seis meses les ayudan, tutelan e incluso les ponen en contacto con inversores para hacer realidad su posibilidad de negocio.
En este espectro hay gente que cree haber dado con la panacea y resulta que apenas puede sostener un business plan real de crecimiento. Otros que encuentran algo de forma colateral a su intención principal y consiguen sacar la cabeza a través de su plan B. Y algunos con iniciativas sencillamente brillantes.
Creo haber escrito ya en varias ocasiones que, tras la construcción, el periodismo es el segundo sector que más empleo ha destruido en España. Que donde antes había tres redactores para hacer tres páginas ahora hay uno para el mismo espacio. Y que, obviamente, es difícil poder hacer bien tu labor si tienes que hacer la de tres.
Es por ello que la mayoría de profesionales se agarran a noticias que les llegan del exterior (no pueden salir a buscarlas) y casi siempre buscan un denominador común: que sea buena, que hable de empresas en crecimiento y que dé esperanza a la gente. Es decir, todo lo que contiene una start-up de éxito.
Y, sin embargo, las pasan canutas para conocer a los innovadores que tienen a su alrededor. Porque la mayoría de ellos están pendientes, lógicamente, de sacar adelante su negocio, pero suelen olvidar que si nadie te conoce ni vendes ni invierten en ti.
Silicon Valley en particular y Estados Unidos en general tienen una cultura emprendedora de la que nosotros carecemos. De hecho, el simple hecho de agrupar a Google y compañía en el mismo espacio ya es en sí una diferenciación. Allí todos se conocen. Las noticias corren a diario. Los inversores saben dónde buscar y con quién hablar. Y no hace falta darse a conocer a los grandes medios hasta que no das el pelotazo porque si estás a punto de darlo eres la comidilla de todas las empresas.
Pero España no es así. Aquí no hay tantos inversores ni tanta cultura del riesgo ni tanto dinero. Tampoco, porque son muy recientes, hay una vertebración de empresas que creen flujo entre éstos y los ideólogos. Y aún empezando a existir esta estructura, si le pregunto al 70 por cien de mis amigos qué es Plug and Play, Momentum o Think and Cloud o una ronda de financiación se me quedarán con la misma cara que pusieron cuando España quedó eliminada del Mundial de Brasil.
Y aun así, estas 'facilitadoras' no apuestan por comunicar lo que hacen. Algo que les beneficiaría en dos sentidos: haciéndolas más visibles, lo que les llevaría a conseguir un mayor número de clientes y presentando a la sociedad a las empresas en las que han confiado, consiguiendo incluso antes de que sean realidad poder llamar la atención de futuros usuarios o incluso inversores.
Pero todas creen que salir en la prensa es aparecer una vez cada tres meses y ya está. Y, por mucho que estén intentando cambiar la idiosincrasia española, en realidad están desaprovechando la oportunidad de darse a conocer más rápidamente y ayudar a mucha más gente.
Lo hacen además contraviniendo una de las normas de oro de los americanos: véndete. Y ralentizando un crecimiento que podría ser mayor, cuando curiosamente se llaman aceleradoras. En cualquier caso, ya han ayudado a mucha gente. Pero ojalá pudieran ayudar a mucha más. En su mano está.
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