Vaya por delante que este no es un post patrocinado. Ojalá. No estaría de más que BMW me pagara un poco de dinero por él o me regalara un coche. Igual los nombro en Twitter para ver si cae algo :-).
Segundo párrafo. Comencemos con la seriedad. Soy usuario de un coche diésel. En tres años le he hecho 35.000 kilómetros. Tengo la suerte de vivir cerca del centro de mi ciudad y de los lugares que habitualmente utilizo como sede laboral, o sea que o acudo a pie o en bici de manera habitual. Y si la gasolina sigue acercándose al precio del uranio enriquecido menos todavía que me pondré al volante.
Dicho esto, hablemos en este tercer párrafo de algo que ya se ha explicado hasta la saciedad en este blog: el hecho de que, en plena crisis, las empresas no ven la (buena) comunicación y publicidad como una inversión, sino como un gasto. No repetiré lo que ya escribí en su momento. Solo recordaré un concepto: si alguien tiene un producto de la leche pero nadie se entera de que existe, no lo va a vender. Y si no lo vende, cierra. Es sencillo.
Hasta aquí la introducción. Comencemos a hablar de coches. Tuve la suerte de trabajar durante un año como gabinete de prensa en Valencia de la firma Renault. La absoluta pionera en sacar al mercado coches de serie totalmente eléctricos. Pero, en mi opinión, cometió tres errores de bulto que en lugar de posicionar a la marca como el referente innovador le han hecho ser noticia efímera por ello y poco más.
El primero, disponer como primera opción una berlina eléctrica sin darle apenas difusión, por lo que obviamente poca gente supo del Fluence eléctrico. El segundo, aparecer con un producto tan revolucionario y útil para ciudades medianas como el Twizy y no ponerle ventanas. En Valencia no hay problema, pero en Valladolid la cosa cambia. Y el tercero no hacer apenas publicidad del ZOE, con una mayor autonomía y cuota de venta, por coincidir con el lanzamiento del nuevo Clio y derivar el 90% de la promoción a este modelo. Que, dicho sea de paso, está suponiendo un éxito de ventas.
De estos errores se han aprovechado las marcas que vienen detrás de la francesa. Pero sobre todo BMW lo ha hecho de un fallo más: el sector del vehículo eléctrico es reacio a explicar cómo y dónde cargar los coches, cuál es la duración de las baterías, si se cobra o no por ellas y un largo etcétera de conceptos que ni ellos mismos tienen todavía claros. Y como prefieren no decir nada, dejan pasar el tiempo y la gente que podría haber comprado por ganas o curiosidad se encuentra con un muro de información que le hace desistir.
¿Qué han hecho los alemanes? Un anuncio muy sencillo: un coche normal que va por una ciudad normal, con un padre y un hijo. Y, SOBRE TODO, mostrar la imagen de una entrada a un parking con un enchufe donde se carga el coche. Ésa es la clave, ni más ni menos. Normalizar el proceso. Contarle a la gente que la recarga es un acto cotidiano y que cualquier persona puede hacerlo en su aparcamiento.
Este es el efecto de una buena publicidad y una buena comunicación. Luego, cuando a usted le hayan conquistado y vaya al concesionario, ya le explicarán que si su parking es comunitario deberá pedir un permiso para colocar el enchufe a su comunidad (algo nada complicado porque gasta como una carga normal). Que si no tiene garaje hay una serie de puntos (pocos) donde puede recargarlo en la ciudad. Y algunas cosas más derivadas de la bisoñez de esta tecnología.
Pero ellos ya habrán conseguido que vaya a verles. Que es el primer paso para que compre el coche. Y, una vez allí, seguro que lo ve todo más claro. Y ahora dígame: ¿influye o no el trabajo de los publicitarios y los periodistas en su percepción de la vida?
Pues comience a pensar si pueden hacer algo así por su negocio. Aunque usted no sea BMW
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