Vayan por delante tres cosas: adoro el deporte y sus valores, me encanta mi trabajo y espero seguir ejerciéndolo como mínimo en las mismas condiciones hasta que me forre y pueda decidir si quiera currar más, menos o nada. Digo esto porque lo voy a escribir a continuación puede llevar a algunas personas a pensar que me quejo porque estoy a disgusto. Y nada más lejos de la realidad.
Para quien lea por primera vez este blog o no me conozca, me dedico desde 1996 al periodismo, en su gran mayoría deportivo. He retransmitido fútbol, baloncesto, motociclismo, fútbol sala, Fórmula 1 y hasta waterpolo para varias radios (desde hace seis años y medio solo para Radio Marca). He viajado por toda Europa y en alguna ocasión incluso más allá. He conocido gente maravillosa en París o Atenas de quien me he convertido en amigo. Y he disfrutado desde dentro algo tan representativo para mucha gente como los grandes eventos deportivos.
Dicho esto, para mí el deporte es una cosa y el fútbol otra. Y me explico. Comienzo por lo positivo: viajar y cubrir unos Juegos Paralímpicos ha sido y será una de las mejores experiencias de mi vida. Trabajar con un cuádruple campeón, que se quedó ciego a los 25 años, como David Casinos me motiva cada mañana para levantarme con una sonrisa. Que la gente te reconozca por la voz en la calle y te digan que te escuchan es una de las sensaciones más bonitas que puede tener una persona. Y saber que contando algo puedes emocionar a alguien hace que muchas veces se me ponga la piel de gallina.
Entre todo esto, he visto, narrado, escrito y cubierto mucho fútbol. Sin duda, el deporte rey de Europa y Sudamérica. Aquel que hace (literalmente, como cada día compruebo más en estos tiempos de crisis) que la gente se olvide de situaciones de mierda que viven en estos momentos. Vi mi primer partido de la mano de mi padre en un Valencia-Figueres de Segunda División en Mestalla. Y desde entonces me enganché a su ambiente y a las liturgias que lo rodeaban.
Nunca he sido, con todo, un hiperapasionado o fanático. Siempre he apoyado al equipo de mi tierra por tradición familiar y me siento muy identificado con él, pero pasó hace mucho el tiempo de llorar por una derrota o discutir por un partido. Y gran parte de culpa la tienen los propios futbolistas.
Siempre que empiezas a estudiar Periodismo quieres comenzar a cubrir entrenamientos, a entrevistar a gente que has idolatrado, a pisar una cabina en el estadio donde poco antes solamente eras uno más. Te haces a la idea de compartir viajes con gente joven como tú, con los que incluso en algún momento piensas que puedes trabar una amistad. Yo solo tengo un amigo futbolista. Y siempre lo he considerado más lo primero que lo segundo.
Pero, poco a poco, vas viviendo lo que pasa dentro y la ilusión va dando paso al desencanto. Ves que hay muchos maleducados a quienes pides una entrevista y ni siquiera se dignan a contestarte, como si fueras una mosca que les molesta. Trabajas en varios lugares para poder obtener un sueldo digno y te das cuenta de que mucha gente no valora los millones que gana, aparte de no merecérselos. En este sentido, me parece especialmente sangrante que muchos aficionados alaben a jugadores que aparecen un partido de cada tres, como si a ellos en sus trabajos sus jefes les dejaran ser eficientes solo tres días a la semana.
Te das cuenta también que hay ya muy poco de sentimiento y mucho de tejemaneje económico en los agentes, los directivos y hasta los propios protagonistas. Que les da igual firmar un contrato si les llega una oferta mejor. Muchos pensarán que si a mí me pasara en mi trabajo haría lo mismo. Por supuesto, pero estoy lejos de declararme en rebeldía, provocar que me 'traspasen' a la empresa interesada y encima salir de rositas. Algo que ellos hacen con mucha frecuencia.
Sé que todo esto que cuento no es nuevo. Que muchos lo saben. Y que, con todo, siguen sintiendo lo mismo por su equipo. Esa es una de las cosas que admiro. Y por eso me jode más todavía que a algunos integrantes de algunas plantillas se la pele enormemente el sentimiento de personas que sacan dinero de debajo de las piedras para comprar un pase o hacer un viaje. Mientras ellos, que no han sido capaces de conseguir el objetivo para el que se les fichó, se bajan de un avión y se van de parranda a celebrar que se ha acabado la temporada.
Total, si se pillan un pedo de impresión al día siguiente habrá un parte médico que diga que tienen gastroenteritis. Y, a final de año, el milloncito de euros caerá en el bolsillo igualmente. Mientras la gente que los idolatra dejará de salir a cenar tres de cada cuatro fines de semana para poder verlos 19 domingos al año.
Vaya dos cracks juntos en un post... Os admiro, tíos! Y suscribo lo dicho por los dos.
El fútbol es un circo y además de talentosos trapecistas y malabaristas, necesita payasos (con todo mi respeto para quienes se dedican a esta profesión) que desaten las filias y las fobias de los aficionados. Por supuesto, hablo en sentido figurado.
Me recuerda mucho a la telebasura, que cuando encuentra un personaje lo exprime hasta que no le queda una gota de sangre ni de dignidad y luego lo tira a la basura.
No sé vosotros, pero yo, cuanto más me gusta el fútbol, menos fútbol veo.
Abrazos!
Publicado por: Pablo Bueno | 10/06/2013 en 13:52
Sinceramente creo que en todo esto (que como sabes comparto al 100% contigo) la responsabilidad es fundamentalmente de los clubes. Los futbolistas son los protagonistas de esas actitudes lamentables pero son los clubes los que las permiten y, muchas veces, hasta las propician.
Los futbolistas son tan inmaduros como lo somos la mayoría a los 20 años. La única diferencia es que las gilipollez es que ellos hacen trascienden, mientras que el resto hemos hecho el imbécil en nuestra juventud en el más estricto anonimato (afortunadamente). Dentro de eso hay de todo, gente más centrada y otros que lo están menos (como periodistas).
Seamos sensatos, mirémonos a nosotros mismos, miremos a nuestros compañeros de la prensa y hagamos un ejercicio de imaginación: ¿Cuántos serían/seríamos capullos de primera división si antes de haber abierto un libro, nos hubieran puesto en las manos una cuenta corriente con tantos ceros que no supiéramos leer? Con la pequeña fama que otorga el periodismo deportivo en la ciudad, ¿no es cierto que tenemos compañeros que (aún con más de 20 años) son unos auténticos engreídos?
Comparto contigo esa desilusión respecto a las actitudes de muchos futbolistas, pero después de todo lo que he visto creo que, después de los aficionados, los futbolistas son lo mejor del fútbol. Casi siempre sonseares equivocados y mal dirigidos por la maquinaria de los clubes, al frente de las están con frecuencia personajes grises que toleran y fagocitan esos comportamientos que detestamos.
Los futbolistas son casi siempre niños malcriados. Esto los hace insoportables. Pero quien es despreciable de verdad es quien los malcría para sacar provecho de ello y de ellos. Y de esa basura se habla demasiado poco.
Publicado por: Rafa Lupión | 09/06/2013 en 23:47