Este post podría muy fácilmente caer en la demagogia. Sería sencillo preguntarle por qué critica a los aficionados del club para el que trabaja, puesto que lo que para ellos es un sentimiento para usted no deja de ser una mera relación laboral. Un argumento más fácil aun sería el de que debería darle vergüenza pedir ayuda a la gente de las gradas para revertir situaciones (remontadas) que provocan usted y sus futbolistas, que son los que cobran sueldos millonarios por ello. Incluso, si me apura, podría irme ya al topicazo de que usted debería asumir que un puesto público bien remunerado implica estar en el ojo de la crítica, tanto para bien como para mal.
Sin embargo, quisiera darle otro punto de vista. El que pretende explicarle por qué en Valencia la gente no cree en usted ni en su equipo. Por qué, al menos esa es la sensación que da, muchos futbolistas de su plantilla tampoco lo hacen. Por qué no se valora (en teoría) el tercer puesto que viene consiguiendo en los últimos años. Y por qué nunca ha calado con cariño entre unos aficionados exigentes, sí, pero sobre todo a quienes molesta que les tomen por tontos.
La primera y primordial razón es que, en la era de la comunicación, la gente ya sabe cuándo alguien les habla con sinceridad o trata de transmitirles un mensaje sin importarle lo más mínimo contestar a la pregunta que se le ha realizado. Usted no se ha asesorado bien (o, al menos, esa es mi opinión) y en las ruedas de prensa y entrevistas concedidas no ha sido sincero. Casi nunca. Solo le recuerdo cuatro situaciones donde enseñó cómo es en realidad cara a cara: tres ruedas de prensa consecutivas la temporada pasada y la última que dio en Paterna el pasado viernes. En el resto, vendió usted un producto en el que no cree (porque le dicen lo que tiene que decir) y que además no sabe transmitir. Porque se le han concedido muchos dones, pero no los de la elocuencia ni la persuasión.
Eso se ha trasladado a su vestuario y al resto de estamentos del club. En el primero, en sus campañas iniciales perdonaba salidas de tono a pesos pesados mientras castigaba a los débiles. Y, sin embargo, fueron estos últimos (Maduro, por ejemplo) quienes habitualmente le salvaron el culo cuando arrastraba lesiones, sanciones o enfados con las vacas sagradas. Hoy eso ocurre, por ejemplo, con gente como Bernat o Dealbert. Y entre eso y que no ha sabido cortar de raíz (más que con Helguera e Hildebrand) los desplantes hacia su persona, el grupo no cree en usted.
En cuanto al club, creo que a estas alturas ya sabe de sobra que el año pasado y hasta el anterior le buscaron sustituto. Que Llorente le mantiene porque las críticas acaban dirigiéndose a usted y no a él y que incluso dijo públicamente en su última renovación que habían hablado con otros técnicos antes de firmarle un año más. Unas declaraciones que, seguramente, una persona digna no habría querido aguantar y habrían desembocado en una dimisión o en unas palabras en privado con el presidente. Que usted, según me consta, no tuvo. Y tragó. Y volvió a dejar ante la gente la imagen de que aguantaría de todo por aferrarse al Valencia. Algo que sería loable si viniera de la convicción, pero que da la sensación que viene de la comodidad.
Me quedan solamente dos puntos por matizarle. Como ya habrá visto, sus futbolistas le han contradicho durante toda la semana respecto a la afición. Hasta su capitán dijo que los aficionados responden en función de lo que se les da. Numéricamente (en Liga) usted ha cumplido sus objetivos. Otro tema son las eliminatorias. Pero creo que, en su fuero interno, sabe que su equipo no juega a nada. Ni lo ha hecho nunca. Que defensivamente sufre, juegue quien juegue. Que no tiene un organizador decente. Y que, salvo en contadísimas excepciones, no ha dado espectáculo a la grada. Ha ganado partidos que igual podía haber perdido. Y ha perdido partidos que igual podía haber ganado. Pero sin un patrón definido. Yo vi jugar a su Almería muchas veces en directo. Y creí que sería valiente para implantar su sistema en un equipo de mayor calado. Pero me equivoqué. Usted ha sido de todo menos valiente.
Y no quisiera cerrar este carta sin hablarle de su libro. Un libro que, con otro título y unos capítulos más acordes a los méritos que sí ha tenido, podría ser interesante. Pero una vez más no le han aconsejado bien. Creo que usted ya sabe de sobra que no puede poner por escrito que un club debe vivir de su cantera y defenestrarla durante su paso por el mismo. Y como ese, muchos otros ejemplos que no hace falta que cuente aquí.
Al final, me da la sensación de que (al margen de la legendaria exigencia de Mestalla) usted podría haber vendido mejor su marca personal. Pero todos los errores, que se igualan con los aciertos, de los últimos tres años y medio ahora le pasan demasiada factura. Tanta, que usted sabe que salvo milagro no seguirá el año que viene en Valencia.
Eso sí. Ojalá su marcha venga marcada por la clasificación matemática para la próxima edición de la Liga de Campeones y por el título de la Europa League. Para el club serían dos noticias fantásticas. Y para usted, de cara a buscar un nuevo equipo (aunque quizá ya lo haya encontrado bien cerquita) seguro que le ayudará a que se le valore más desde el prisma positivo que desde el negativo.
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