Vivimos en una sociedad, al menos periodísticamente, donde se pueden realizar con bastante ligereza críticas en los medios de comunicación. Fundadas o infundadas, documentadas o no, pero existe una cierta libertad para ejercerla. De hecho, suelen hacerlo más los no periodistas (tertulianos, colaboradores, ex concursantes de Gran Hermano) que los licenciados en Ciencias de la Información.
Sin embargo, a mucha gente le sorprendería lo que pueden llegar a conllevar este tipo de actitudes dependiendo de a quién se dirijan. Por no poner ejemplos desconocidos, en mi caso personal una directora general de un club de baloncesto femenino llamó a mi ex jefe para que me despidiera. Lo hizo porque conté una verdad, que luego fue demostrada, que no le interesaba que se supiera. Ocurre cada día. Y en el mundo del deporte más aún.
Cierto es que excluyo los últimos cuatro años. Cuando se hacían tertulias plurales, no talibanizadas. Donde los calificativos se medían, no se soltaban a la ligera para crear polémicas baratas. En aquel entonces, a veces los deportistas se enfadaban contigo porque les criticabas actitudes de su vida profesional. Algunos, incluso, decidían no concederte más entrevistas. Pero siempre ha sido así. En el deporte y en cualquier otro ámbito.
Vengo a realizar este preludio al hilo de la gala de los Goya, que dicho sea de paso a mí me gustó. Tal como ocurre en los Oscar, hay un presentador (y varios copresentadores) que disfrutan del 'Día de la venia'. Esto es, poder meterse con los presentes y los ausentes, siempre desde la perspectiva del humor inteligente, sin que haya consecuencias futuras.
Se pueden hacer chistes sobre el Gobierno. Sobre la ley Sinde. Sobre la propia ex ministra. Sobre la Academia de Cine. Sobre Almodóvar. Sobre el pastizal que gana Antonio Banderas por película. Sobre que siempre se nomina a estrellas internacionales para que den caché a la gala pero luego nunca se les da un galardón. Y sobre otras muchísimas de las cosas que pueblan la indignada actualidad de España. O incluso, a veces, de Estados Unidos, donde es mucho más difícil hilar fino para que no acabes siendo un apestado el resto de tu vida profesional.
Y, sin embargo, durante los 364 días restantes (365 en caso de este bisiesto 2012) te puede caer la de Dios si osas meterte con los poderes políticos, cinematográficos, deportivos o religiosos de este país. Un país que presume de sentido del humor ante las desgracias, pero que eleva a categorías de afrenta nacional comentarios cuya importancia es mucho menor que el hecho de que un café ya cueste 1,30 o que el 20% de las familias estén viviendo en el umbral de la pobreza.
Así que sí, que mola ser un actorazo y que de paso que te dan un Goya te lleves una chinita de Santiago Segura. Como que te da más glamour si cabe porque te ha nombrado a tí y no al de al lado. Pero a ver si de una puñetera vez nos dejamos de esnobismos y nos reimos cuando nos tenemos que reir y protestamos cuando tenemos que protestar. Que no están las cosas para ir guardando las apariencias.
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