El concepto, como muchas cosas, lo descubrí en la recomendabilísima revista Esquire. Los gastrobares están floreciendo en las ciudades y resultan ser la creación de cocineros de alto nivel, que deciden que la alta cocina esté a disposición de los menos pudientes y acaban por diseñar platos-tapas (habitualmente deliciosos) a precios asequibles.
Tuve mi primera experiencia en Madrid, en un lugar al que espero volver pronto llamado la Gabinoteca. La dinámica es sencilla: 10 primeros, 10 segundos y 10 terceros a elegir y combinar y lo mismo para los postres. Precio del menú, 24 euros. Relación calidad-precio, excelente.
Por ello tenía ganas de probar lo que tanto se ha publicitado en mi ciudad. La gran apertura fue el Mercat Bar de Quique Dacosta (aun no he podido ir y he escuchado opiniones absolutamente divergentes), pero al tiempo nacía también muy céntrico Vuelve Carolina, procedente de la misma mano.
Por lo que me dicen (yo solo he visto dos) hay tres partes: la entrada con barra y mesas de madera cercanas entre sí, un comedor similar aunque algo más privado y alejado y la zona del segundo piso, que no he explorado.
En la primera es donde me he ubicado en mi 'debut', pidiendo un menú de tapas (para consumir mínimo entre dos personas) que tiene un precio de 20 euros y si no me equivoco no incluye la bebida (me han invitado y no lo he podido comprobar :-).
Me han encantado el Yogur de Foie con Migas Caramelizadas y Frutos Secos Rallados, la Ensalada Verde de Tierra y Mar y el Ceviche (muy sushi este último). Me han sorprendido algo menos los Langostinos Crujientes con Emulsión de Tomates Secos y las Croquetas de Jamón y, aunque me ha parecido muy bueno y original el Huevo Poché con Cremoso de Morcilla y Migas, hemos coincidido en que como plato final es demasiado fuerte.
De los postres me quedo (hay para todos los gustos) con el Milhojas Clásico, seguido por debajo por la Gianduja de cítricos y menos por el Monte Nevado de Café.
Las ventajas son evidentes: el sitio es muy chic, está al lado de la Plaza del Ayuntamiento de Valencia (en pleno centro), es muy grande y dispone de distintos ambientes y, en caso de querer pedir a la carta para algo más especial, dispone de platos de altísimo nivel culinario. Además, el personal es muy profesional y, en general, muy amable.
Solo he encontrado dos inconvenientes: el hecho de que saquen los platos seguidos de dos en dos pero luego se eternicen en traer la segunda y la tercera remesa y, derivado de esto, que da la sensación de tener una cocina muy pequeña para un local tan grande (en la barra, habilitada para 20 comensales, por ejemplo no había nadie).
Aun así lo recomiendo fervientemente, pero esos pequeños detalles son los que acaban diferenciando a los restaurantes de gran clase frente a los totalmente imprescindibles.
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