Tengo amigos que, para hacerse los duros, dicen que escuchar a Alejandro Sanz es de afeminados. Que no es más que un cantante comercial, sensiblero y moñas que siempre escribe de amores de juventud y nunca de temas comprometidos.
Mi realidad es que lo descubrí entrando yo en la adolescencia y él casi dejándola con su primer disco. Ñoño, por supuesto, pero con toques que otros no tenían. Porque, al fin y al cabo, se trataba de un niño que cantaba bien (y tenía que esforzarse el doble para esconder su marcado acento andaluz) y tocaba la guitarra y el piano como los ángeles. Un músico, vamos, y no un producto con buena voz a quien le componen las canciones.
Para los que lo recuerden (y, aunque lo nieguen, se les hayan quedado las melodías) por Corazón partío, Se le apagó la luz, El alma al aire o Mi soledad y yo, me gustaría desgranarles algunas canciones y circunstancias que lo alejan de gente de Operación Triunfo, one hit singers o simples vocalistas.
Hay pocas canciones más sentidas hacia un padre que Ese que me dio vida, donde desgrana desde la ignorancia que profesamos a nuestros progenitores cuando estamos en ese paso de la niñez a la edad adulta hasta la sensación de agradecimiento que les profesamos cuando un día nos cae encima la realidad de todo lo que han hecho por nosotros.
Uno de sus últimos singles, Looking for paradise, habla de un estilo de vida que cada vez busca más gente: el de ser feliz con lo que se tiene y disfrutar de los pequeños privilegios de que se dispone, en lugar de buscar una quimera que pocas veces se llega a alcanzar y que, cuando se captura,deja a muchas de esas personas sin objetivos y perdida.
Si hay Dios representa y ha representado, para muchos, la recreación en forma de música a las preguntas que acechan a las personas creyentes cuando reciben un mazazo que no debería haberles llegado. Todavía recuerdo cuando Juan Antonio Alcalá abrió El Larguero con ella el día en que ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco. Y no creo que se me olvide jamás.
Uno de sus cúlmenes emotivos, de esos que te hacen llorar cada vez que lo escuchas, lo constituye para mí Siempre es de noche. Una crónica optimista sobre una persona ciega a la que le gustaría contemplar un solo instante a aquella que le hace ver a través de sus relatos diarios.
Por último, puede que en conjunto su mejor disco (al menos en mi opinión) sea No es lo mismo. Con Viviendo Deprisa se dio a conocer, el Alejandro Sanz 3 lo confirmó, Más lo encumbró al estrellato y Paraíso Express nos lo ha devuelto después de mucho tiempo. Sin embargo, el arriba citado es el único en el que hizo lo que le dio la real gana. Se dejó de impostar la voz para cantar con su deje sureño natural. Introdujo ritmos cubanos y brasileños, muy poco comerciales en Europa. Hizo rancheras al estilo Luis Miguel. Y se le notó una deshinibición que hacía mucho tiempo que parecía necesitar.
Por todo esto me gusta Alejandro Sanz y me lo pasé de coña en su concierto en Valencia. También me gusta Queen, Depeche Mode, Joaquín Sabina, Guns and Roses, Roxette, Keane, The Beatles, Los Sirex y hasta Metallica. O sea que no soy sospechoso de no haber pasado por una corta diversidad musical. Lo que pasa es que a algunos les da miedo decir que les ha enganchado una canción suya. No queda de machito. O de intelectual que conoce grupos a los que la mayoría no tiene acceso.
Todo menos trasladarte a blogger...
Publicado por: www.checheche.net | 06/09/2010 en 02:48