Soy el primero que, desde su llegada, no ha sido convencido ni por la filosofía ni por la forma de comunicarse del actual entrenador del Valencia. Su acobardamiento ante los pesos pesados de la plantilla en la primera temporada y su intento de convencernos de que no era un fracaso no meterse en Champions me parecieron timoratos y cobardes.
Aun así, pese a que este año tampoco ha hecho cosas para tirar cohetes (esas rotaciones en la Europa League, esas oportunidades sempiternas a Miguel y Fernandes, esas ruedas de prensa insulsas), de un tiempo a esta parte se le atisba el cambio de alguien que ha dado un giro a su pensamiento y ha sabido aprender de los muchos errores que ha tenido.
Para empezar, en el presente ejercicio ya ha jugado quien se lo merecía, casi siempre. Si Pablo estaba bien, Joaquín se iba al banquillo. Si Albelda se había ganado un sitio en el equipo, se mantuvo como titular hasta su lesión. Y si Banega, con quien no se contaba, se sale desde el inicio, pues se le mantiene en el campo.
Con todos los condicionantes que ha tenido el técnico de Hondarribia (no ganar en casa en la primera vuelta, no hacerlo fuera en la segunda, jugársela en el último partido en la UEFA, tener descontentos a jugadores que luego le han sacado las castañas como Zigic, Maduro o Jordi Alba...) se le nota diferente.
Ha cambiado su discurso público. Reconoce errores. Lanza mensajes en rueda de prensa a sus futbolistas. Y, sobre todo, ha agudizado el ingenio ante sus numerosísimas bajas y ha demostrado que casi siempre ha acertado. Es más, da la sensación de moverse mejor en los onces, los cambios y las convocatorias cuando tiene problemas de plantilla que cuando dispone de todos sus efectivos.
Escribo esto antes de disputarse la eliminatoria ante el Atlético y puede que me tenga que comer mis palabras. Pero creo que no. Que Emery ha dejado de creer que le persiguen los rusos por las esquinas y se ha centrado en entrenar a uno de los mejores equipos a los que, hoy por hoy, puede optar en su carrera.
Yo ahora, por lo menos, me pensaría si renovarle. Hace dos meses no lo hubiera hecho, pero parece que algo ha cambiado. Ya veremos
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