Creo haberlo dicho ya alguna vez, pero la caterva de series americanas y españolas que nos está tocando ver en esta época han hecho que vuelva a creer ligeramente en la televisión (aunque tengan más de cine que de caja tonta, por lo inteligente e interesante de la mayoría).
Sin embargo, hay en todas un apego a las normas subyacentes en cualquier producción contemporánea: puede haber muertos, puede haber sangre, puede haber sexo. Incluso pueden retratarse épocas pretéritas, pero siempre bajo las normas de hoy en día.
Me refiero al no fumarás. no beberás, no insultarás, no recrearás la infidelidad sin juzgarla, cuidarás el vestuario para hacerlo parecer desaliñado... Todo eso tiene que estar patente en la pantalla, aunque muchos quieran negarlo o se disfracen de pseudo progresistas.
Escribo esto viendo la primera temporada de MAD MEN. Su sinopsis es la de un retrato de los años 60 estadounidenses, personalizado en los publicistas de Madison Avenue (el juego de palabras habla del nombre de la avenida y de los supuestamente malos que son estos hombres).
Sin embargo, en la mayoría de los planos hay copas de bourbon en las oficinas a mediodía, cigarros encendiéndose una y otra vez, hombres de éxito vestidos con impecables trajes atormentados que engañan a sus esposas y amas de casa aburridas que van a un primigenio psiquiatra solamente para que alguien las escuche. Así era ese gente en la gran potencia mundial hace 50 años. Y sus guionistas no lo han escondido.
Quizá por eso, y porque en los Globos de Oro se tiende a ser menos hipócrita que en los Oscar, no paran de darle premios a esta serie que carece de la intensidad de Perdidos, de la fantasía de Héroes, del ritmo de Prison Break o del atractivo de True Blood, pero que recuerda que hasta los que más se miran el ombligo han conseguido ser lo que son, en ocasiones, sin hacer lo que predican para el resto del mundo como correcto.
jijiji lo raro es encontrar a alguien en los USA que no practique la doble moral :P:P:P
Publicado por: checheche.net | 09/02/2010 en 12:11